Para poder
disfrutar lo que me gusta, hay que sentir lo que no me gusta.
Hubo un día en que creí
vencer incluso la gravedad, en que mi cuerpo terráqueo mutaba y llegaba a ser una maquina, sentía haberme fundido con
mi bicicleta, me sentía inalterable, eterno, como si levitara o como si
perteneciera a otra galaxia, al grado de caer en la arrogancia, tanta velocidad
conseguida sobre mi bicicleta había rebasado hace tiempo, los limites del ego,
no había cabida a cualquier señal de
humildad, de la prudencia, de la madurez, o del raciocinio, no me lo pensaba ni
un segundo cuando de salir al monte se trataba, a sentir la pasión, a renovar
la ultima, mis manos las imaginaba como dos saetas cortando el viento, y mis
ojos eran como dos rayos laser dibujando el terreno sin perder detalle, para
poder tragarlas con las ruedas de mi maquina, a los lados no había nada, solo
viento cortado por la velocidad de la flecha fundida por carne, hierro, caucho
y cables, descerebrado, solo nervios obedeciendo al impulso compulsivo de
sentir, viseras y glándula suprarrenal con hipertrofia y exceso de adrenalina,
mi mente comía y soñaba bicicleta desde los cinco años de edad, era
impostergable, jamás decía no, y mis invitaciones eran un reto disfrazado para
los que osaran recorrer mis rutas a ritmo vertiginoso.
Pensaba estar
descubriendo otra modalidad del ciclismo de montaña (mtb), subir hasta casi asfixiarme
y bajar como poseído, luchar contra la gravedad, en esas veredas que casi no se
podía bajar para después vencerla trepando por ellas, no pensaba en la
posibilidad de perder la buena suerte, sentía que si me accidentaba seria para
morir, pero existe algo peor que la muerte en si, un accidente te puede cambiar
la vida, física, mental e incluso emocionalmente, un accidente es un repaso en
la vida de lo que has hecho, lo que has vivido, y lo que te falta por hacer.
Hacia un mes
que moría mi hermano, y como fantasmas rondaban sus siluetas entre las fincas,
entre las nubes, en el agotador sol, y en los sorpresivos aguaceros de julio y
agosto, aspiraba a cada subida un aroma a cirio y a flor sepulcral, a madera y a
fraternidad, y un dolor profundo en el pecho acompañado de un vaho meditabundo,
que intentaba apaciguar sintiendo esa pasión frenética por la bicicleta, esa mágica
sensación tan efímera, ese arrebato por la velocidad y el terreno accidentado,
sentir como mi cuerpo se comprime y se expande en una extraña danza de miedo y placer,
que provocaban que de mis poros
segregaran gotas de excitación, cuando llegaba a casa solo murmuraba, “gracias
Dios”.
Aun me
resulta absurdo y gracioso, que por un descuido casi pierdo la cordura y la razón,
según yo,…(ya que hacia tiempo la había perdido). Mil razones tenia yo para
justificar mi intempestivo afán por perderme entre bosques de raíces, piedras,
y obstáculos, solo para sentir esos momentos adrenérgicos tan breves pero que
te forman un carácter, (mentía incluso para poder escaparme).
Al final
tanta locura y pasión por el mtb, pero sin la prudencia dentro del camel, me
dejo un azotón contra el globo, fractura
de cubito y radio, y unos alambres en mi cara, que incluso cuando no hay señal
en mi radio de pilas, basta con tocar la antena con mi pómulo y listo, tengo
hasta onda corta, recordar todo aquello, las diferentes estaciones medicas del
hospital, me dan una sensación de paz, (me creí steve Austin, Hombre Nuclear).
Hoy se bien
que las coincidencias son la manera anónima de la presencia de Dios, no quiero
hacer bulla de que lo mio sea sensacional, (existen casos peores), pero es mi
historia, es verdad, quiero transmitirlo a mis amigos y a todos, que sirva de
algo, de como yo dejaba a mis pequeños hijos ay a su madre, solos para según yo
ir en busca de equilibrio, y encontrar todos los porqués?. Hoy sigo con algunas
dudas respecto a la vida, pero de lo que no tengo ninguna es de que la vida
debe vivirse al limite con madurez pero sin miedo, en mi caso el miedo no lo
deje en mi caída, donde casi pierdo un ojo o la vista, al estallar en tres
partes la orbita que aloja mi preciada pupila, el miedo se quedo allí, en la
sala de espera, reflejando la preocupación de mi amigo Armando, a través del
vidrio, junto con mi madre y mi esposa, el miedo se quedo en la sala de observación
donde los médicos murmuraban, “quizá convulsione”, descartemos fractura de cráneo,
el miedo se quedo fuera del hospital de Veracruz cuando Salí, acompañado de un
viento tan violento como la enseñanza que Dios diseño para mi, mis miedos y
fantasmas ya no viajaron de regreso a Xalapa,
desaparecieron al abrazo con mis pequeños hijos en la central y juntos los
cuatro nos fuimos a cenar.
Aun con todo
esto amo el mtb, respeto al ciclismo y cualquier actividad extrema, amo la
vida, no tengo dudas, invito de corazón a que rueden, rueden y rueden, sin
embargo cuando estoy solo a veces suelto el freno y pienso, ¡viva la vida,
vivan nuestras pasiones!, estamos vivos!
Salud!!!
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