La agonía de un aliado mío.
Así es, muy cerca de irse a descansar se
encuentra un invierno más, un aliado mío, aunque pesadilla de muchos. Quizá en
mi otra vida fui un oso polar, un monje tibetano o tal vez un esquimal con
espíritu errante. Lo cierto es que cada año espero la llegada del invierno para
salir en mi bicicleta y practicar algo que ya es un “estilo de vida”.
Todas las estaciones son especiales y lindas,
el verano es el preferido de muchos, no niego que me encante, pero narrar
historias de MTB veraniegas siempre es lo mismo, los pajarillos cantando, los
días invariablemente perfectos, las condiciones idóneas de sendero, la piel
bronceada, las chicas más hermosas y sexys que nunca, bañarse en un río después
de la salida en bici, nadie huye todos quieren detenerse y comer algo. El
verano es hermoso en su monótono ambiente campestre.
Y antes de que muera, ya que muchas veces con
él se me van las ideas y la inspiración bikera, quiero hablar de la “oveja
negra” de las estaciones, (ya que no podre hablar de fríos hasta en un año). Radical en su meteorología,
imprevisible y dado a las jugarretas de mal gusto. Te pone la piel como una
gallina, te encoge tu humanidad, y la maltrata sin miramientos. .. Como un
pervertido sádico que sabe dónde hacerte daño.
El invierno me seduce por su reto constante, el
invierno y yo tenemos cuentas pendientes año con año, es mi batalla, son mis
carreras, sin embargo es mi aliado, siempre trae en un saco, un cumulo de experiencias, que me dan fortaleza,
humanidad, reflexión, paciencia, tolerancia, y respeto por el medio ambiente y
los seres vivos que lo habitan.
Donde yo vivo, puedo observar cuando la fiera
amenaza, puedo ver su presencia y llamado. Con tan solo pedalear 30 minutos,
llego hasta donde se encuentra la bestia salvaje y feroz, y conforme avanzo
en mi escalada, el ambiente llega a
tomar un aire grotescamente polar, pero
a base de realizar demasiadas excursiones
en las que me he visto en aprietos incluso, suplicando a la mismísima virgen
María por la conservación de la integridad de mis dedos y nariz, y evitando
caídas, con la consecuente caída de cubos de sangre por el suelo, también he
conseguido valiosa información y experiencia al respecto.
El MTB invernal también tiene su encanto. En un
sábado inusualmente gris, y aunque aún no he sacado la nariz de las cobijas,
“intuyo” que seguramente hace un frío terrible. Salirse de la cama ha sido una
tarea difícil, pero por fin consigo llegar hasta la cocina y calentarme café, y
buscando que comerme para acompañar el elixir de invierno, lo pienso mil veces,
hasta que motivado (mas no convencido) por usar esas prendas invernales, me
dispongo a salir, no sin antes comer más de lo normal, esta época del año, me
invita a comer alimentos altamente grasos,
tortas de lípidos, debido a que mi metabolismo se aletarga, reduce sus
revoluciones, exige alimentos altamente calóricos, la suave felpa del sofá y el
control del televisor me coquetean y acusan al mismo tiempo, sucumbiré a la
tentación?, el reloj dice que las 6.30 A.M no son horas de salir a buscar
equilibrio, sin embargo me aferro y saco la cara, jalando tras de mi la bici, y
sin pensarlo tomo camino hacia la bestia feroz, no sin antes haber recurrido a
las diversas técnicas de persuasión. Finalmente gana el gusanito del MTB y terminamos
por sacar nuestro trasero perezoso hacia una gélida aventura más.
Es verdad que la práctica del MTB en lugares
fríos requiere mayor determinación, pero la experiencia me ha enseñado como
vencer ese sopor y debilidad iniciales.
En la mayoría de los casos, si uno toma las precauciones necesarias, sobre todo
en cuanto a indumentaria de abrigo, las salidas invernales ofrecen todos los ingredientes
necesarios para disfrutar del MTB plenamente, a la vez permitiéndote mantener
la forma y la línea durante esta época critica.
Si tienes la suerte de subir a la montaña donde
ha caído nieve, (cofre de perote, pico de Orizaba, etc…) la fina capa de
escarcha crunch, crunch, cruje bajo el peso de nuestras bicis mientras rodamos
en fantasmagórico paisaje grisáceo de nieblas flotantes, hierba helada y una
totalmente austera belleza de paisaje. El vapor condensado de nuestra
respiración delata la magnitud del frio,
y sin embargo podemos hallarnos cálidamente protegidos con nuestros
hermosos atuendos invernales, sintiéndonos un poco como astronautas
explorando un planeta desconocido, de rasgos familiares, pero a la vez bajo
condiciones totalmente distintas a las que normalmente estamos acostumbrados.
El silencio reinante te hace ver lo genial que es el ser humano, te hará ver de
que estas hecho, de que capacidad de aguante eres frente a las diversas
situaciones cotidianas, sentirás como si toda fuente de sonido se hubiese
esfumado con las constantes nubes que se secundan continuamente. Continuaras
pedaleando entre bosques encantados, tipo Narnia, de repente escucharas los
riachuelos rompiendo el silencio casi absoluto. Al cabo de un rato sucede lo
que esperábamos como premio cuando dejamos de lado la cama y su cobijo, la
niebla se disipa como por arte de magia y sobre nuestras cabezas aparece un
cielo despejado y azul intenso, y el tímido y débil sol acaricia suavemente
nuestros sentidos, no somos los únicos agradecidos de su presencia, podría
jurar, que justo en este instante todos los seres vivos podrían estar juntos y
convivir en completa armonía…
Aunque puede hacer un frio condenado durante
las primeras horas de la mañana, al mediodía se hace perfectamente tolerable ,
los arboles desnudos, la hojarasca crujiente, la hierba amarillenta, las
chimeneas humeantes, la calidad humana de la gente montañera, todo parece
bañado en una luz mágica y surreal, todo parece imaginario y celestial, las
multitudes desaparecen, los moscos están dormidos, eres otro ser, has
trascendido más allá que muchos, la luz, la paz, la sabiduría y la tranquilidad
penetra en todos tus poros.
Saludos. (No podía evitar hablar de mi aliado,
nuestro aliado el invierno…)
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